2021-02-16

De Ucrania a Choele Choel: Cristina Serediak y su amor por el arte que recuerda los orígenes

Cristina Serediak es conocida en el Valle Medio por haber sido la pediatra de más de una generación de niños. También es una artista reconocida a nivel mundial por trabajar una técnica ucraniana milenaria llamada pysanka. Es el arte de escribir sobre huevos ornamentados mediante un intrincado sistema de coloreado, con un instrumento denominado "Kistka", simbolizando distintos mensajes como el nacimiento de la tierra, la naturaleza, la primavera. 

El amor por este arte surge en ella porque sus padres eran ucranianos. En Ucrania, todos los niños para pascuas hacen un canasto lleno de pan, manteca, fiambre y huevos cocidos que son bendecidos para la celebración.

La tradición aún se mantiene y ella es la encargada ahora, de transmitírselo a sus hijos y nietas que aprendieron la técnica. Cristina no recuerda cuando pintó su primer huevo ya que desde los 6 años fue al Colegio Ucraniano donde le enseñaron este arte.

En un principio se empezaron a regalar como tarjetas, como un regalo para pascuas. Actualmente, también se regalan para Navidad, se pueden entregar con algún mensaje en especial. Son personales, con distintos mensajes y distintos colores. 

Cuenta que el arte de escribir "Pysanky" comenzó en la prehistoria. Los ucranianos se dedicaban principalmente a la agricultura. Y veían que cuando llegaban las cigüeñas a anidar traían la cosecha y la siembra. Cuenta la leyenda que creían que esos huevos eran un regalo del Dios Sol. Entonces ellos querían agradecerle; y es por eso que empezaron a hacer distintos dibujos sobre los huevos. En un principio los teñían con cebollas, pastos. Ahí descubrieron que si dibujaban puntitos, en esa época tenían más lluvias; si hacían rayitas tenían mejor cosecha de trigo; si los ponían cerca de las vacas daban más leche.  Así se fue creando cada símbolo y difundiendo oralmente. Se cree que esta tradición data del año 3000 a.C.

Cuando llega el cristianismo, la Iglesia no lo prohíbe; como sucedió con otras tradiciones y eso fue lo más curioso. Sólo cambió alguno de sus símbolos e incorporó por ejemplo las redes de los pescadores, o el símbolo de la Santísima Trinidad.

Cristina creó pysankys desde siempre; aunque solo los compartía con su familia. Hasta que un día, un amigo de la familia -corresponsal del diario Río Negro- visitó su casa para encontrarse con su hijo. Vio con interés el trabajo que estaba haciendo con los huevos y le pidió que le enseñara. "Me hizo una entrevista para el diario y la nota salió en 2003 en la tapa", recordó. 

Allí comenzó mi trabajo "para afuera, para los demás", explicó.

Luego, Rubén Baqueiro también la ayudó mucho con su programa radial. Allí, venció su miedo de hablar en público. "Te va a servir para más adelante", recuerda que le dijo. Y tenía razón.

En 2004, la llamaron desde la embajada de Ucrania en Argentina para dar una charla en la Feria del Libro, en Buenos Aires. Pudo asistir varias veces, pero la primera vez que la invitaron tuvieron "una peleíta" ya que desde la organización sostenían que su trabajo se trataba de dibujos, cuando en realidad se trata de escrituras. Esa es la gran diferencia con el resto de los pueblos que realizan este arte. Señaló que Polonia, Bulgaria, Alemania hacen huevos pintados, calados, pero Ucrania es el único que escribe los huevos.

La primera vez que participó en la Feria, le dieron un salón muy pequeño; pero fue tanta gente la que asistió que tuvieron que unir dos salones quitando una de las puertas para agrandar su espacio.

Finalizada esa charla, pidió permiso para poder enseñar lo que hacía, para que la gente viera la técnica de un modo más dinámico. Y eso, sin duda marcó un hito: fue la primera vez que se realizó un taller en la Feria del Libro.

A partir de ese acontecimiento, todos los años se realizan muchos talleres de escritura, cocina, música.

Los asistentes del taller le pedían material de habla hispana para poder buscar y leer más, pero no había nada en español sobre pysanki. Entonces, motivada por esa necesidad, para el año siguiente realizó un folleto donde explicaba "La magia de las pysanky". 

Encantados, los presentes le pidieron más, "algo más grande". ¿Porqué no escribís un libro? la motivaban. A ella le pareció una locura; pero cuando llegó a su casa y lo comentó con su familia, le dijeron: "Nosotros te ayudamos".

Es así que para la edición de la Feria del Libro del 2005 llevó su libro. Como dato curioso, lo imprimieron y el día de la presentación aún no se habían secado las tintas; por lo que estuvieron hasta último momento con el secador de pelo en la imprenta secando todo para poder presentarlo. "Es por eso, que sólo me dieron 50 ejemplares" explicó Cristina.

El libro se convirtió en el primer libro pysanka en español: "pedí permiso y tiene transcripciones de mucha gente, de todo el mundo"

Como la tradición se mantiene tan fuerte y tan viva, todos los ucranianos realizan esta técnica. Es por eso, que Cristina tuvo la oportunidad de viajar a misiones en Chaco, Mendoza, Buenos Aires, dando cursos. "Con el libro es mucho más fácil ya que hay un pequeño diccionario de los motivos para hacer los diseños tradicionales".

Acá, en el Valle Medio en su regreso de la primera invitación de la Feria del Libro, replicó la misma charla que dio en la Biblioteca de Choele Choel.

También fue reconocida en varias oportunidades por la Legislatura de Río Negro. La primera fue en el 2009.

La invitaron por 14 días a Dubái a enseñar esta técnica. Hay 9 formas de hacer pysanky -calados, pintados, decorados- y ella fue la encargada de explicar una de ellas junto a otras 8 personas de todo el mundo. Le enviaron los pasajes y el permiso para llevar 25 de sus huevos para que no los retuvieran en ningún aeropuerto.

Además, expuso dos de sus huevos en Ucrania, en un museo de 3 pisos dedicado especialmente al pysanky. Allí se exhiben alrededor de 15.000 huevos de todo el mundo y la fachada del museo es, justamente, un huevo pintado gigante.

Ahora, Cristina está en la búsqueda personal de tinturas y tintes naturales, para teñir con colores extraídos directamente de la naturaleza, como el aromo, el piquillín o frutos rojos.

Pysanka, el arte de escribir pysanky:

Para trabajar se utiliza nada más que cera de abeja que después se tiñe con grafito. "Antes hacía todo yo, ahora ya se pueden conseguir teñidas. Y la herramienta para hacer las escrituras y símbolos, que las realiza cada artesano", explica. Además, de una vela y las tinturas, provenientes de Canadá (que otorgan mayor calidad y duran más).

La técnica es similar al batik, ya que se va del color más claro al más oscuro. Se diseña y diagrama el dibujo con un lápiz y se tapa con la cera lo que se desea dejar en blanco. Luego, se pone el huevo en tintura amarilla y se tapa lo que se desea dejar en amarillo. El mismo proceso en naranja, luego en rojo y en negro. Se quita la cera y queda el diseño marcado.

El huevo tiene que ser fresco, de una semana o diez días. Con la técnica del teñido y la cera de abeja se tapan todos los poros y se conserva con la yema y la clara. La clara se evapora y la yema se hace piedra. Salvo una caída, se conserva por años.

Cristina explica: "Yo los vacío porque suelo trabajar con huevos de gansos (por el tamaño), que solo dan un huevo por año. Los guardo así no tengo que esperar a conseguir uno".

El tiempo que le dedicas a este arte es un tiempo de meditación también. "Te abstraes de todo", define. Lo bueno de esta técnica, es que si estás preocupado o sin la inspiración necesaria, se puede abandonar y continuar otro día. Aunque aconseja lograr "terminar el ritmo", la línea, porque sino se nota demasiado la diferencia entre un día y otro.

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