02/01/2022

Historias de La Julia: "Recuerdo ese olor característico de la lana de oveja"

Historias de La Julia: "Recuerdo ese olor característico de la lana de oveja"
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En mi niñez la esquila era algo que siempre se nos mostraba esquiva. Casi siempre llegaba el tiempo de regresar a Buenos Aires por el inicio de las clases justo cuando comenzaban todos los preparativos para la esquila.Llegaba el contratista con su comparsa de esquiladores y la esquiladora de 6 manijas (tijeras accionadas mecánicamente por un motor a explosión) y se empezaban con todos los aprestos.Bucci empezaba a planificar, organizar las juntadas de las ovejas en los distintos cuadros algunos cercanos al casco, pero otros bastante lejanos como en Cuadro Grande y ello implicaba lentos arreos tanto para traer las ovejas al casco como para llevarlas de regreso a su lugar de origen.Y a nosotros nos tocaba ser solo espectadores de los preparativos con las valijas listas para el regreso a Buenos Aires y a la rutina escolar. Tristes momentos.Pero no simpre fue así. Una vez nos quedamos en La Julia por una extensa temporada y se debía a la tristemente celebre epidemia de poliomielitis (parálisis infantil) que hizo que no solo pudiéramos participar de la esquila sino también de la búsqueda de los huevos de Pascua por debajo de los eucaliptus en ocasión de esa Semana Santa.Hubo otra ocasión, para nuestra alegría, que las clases se iniciaron bastante tarde, como a fines de Marzo y por lo tanto estuvimos presentes en otra esquila mas. En esa ocasión yo tenía unos 10-11 años.Estar metido entre los corrales y la gente trabajando, pero sin molestar su desempeño era una tarea ímproba pero necesaria.Ganarse la confianza del personal para que le enseñen a agarrar las ovejas, o como manearlas, a llenar los corrales con la justa cantidad de animales y cerrar prestamente las tranqueras de madera para que no se regresen y se arme el desbande.Esas tareas eran sumamente divertidas, era como aprender a trabajar de la manera más atractiva para nosotros.En ángulo recto con el galpón grande estaba la playa de esquila, una especie de galpón más pequeño donde cada esquilador con su correspondiente manija esquiladora cumplía su tarea.Los esquiladores demostraban su destreza en el número de cabezas diarias esquiladas, logrando llegar a 120 y hasta 130 los más veloces.Cada oveja implicaba agarrarla, voltearla, manearla, esquilarla completamente y desatarla. Es de imaginar cómo queda la espalda después de 10 horas de trabajo incesante, salvo la parada del mediodía para almorzar.El recogedor venía dando la vuelta entre los esquiladores juntando los vellones que dejaba cada uno y lo llevaba para ser acondicionado y atado en un lienzo de arpillera en los que se ataban cruzados los extremos opuestos y de ahí a la pila de lienzosque se iban amontonando en el galpón grande.Por cada oveja esquilada, el capataz entregaba una chapa (especie de moneda de bronce con un numero uno estampado o un cinco de acuerdo a la cantidad de cabezas esquiladas). También había “chapones” de 10, de 25 y hasta de 100, que se canjeaban por dinero en efectivo cuando el esquilador lo deseara.Y cuando no podíamos ayudar o cuando llegaba el tiempo de divertirnos nos íbamos al enorme galpón de esquila, donde se apilaban los lienzos de lanas un arriba del otro y nuestra diversión era subir lo más alto posible, al lienzo de más arriba y desdeallí lanzarnos al vacío hacia abajo sabiendo que caeríamos en la mullida consistencia de los lienzos inferiores.La cuestión era probar diferentes saltos, a ver quién se destacaba más con su pirueta.Recuerdo vivamente ese olor característico de la lana de oveja, la tenue grasitud que quedaba impregnada por doquier, el balido de las ovejas buscando a sus crías, los gritos del personal para arriar el ganado de corral en corral a veces haciendo ruido con latas con piedras en su interior.Me gustaba mirar sentado arriba de los corrales de madera el trabajo de los perros, arriando las ovejas, ladrando para moverlas, todo bajo las órdenes de cada dueño.Todo era válido para tener velocidad y eficacia en el trabajo. Eran miles y miles de ovejas que había que esquilar y/o bañar y finalizado esto tratar de salir con la majada de regreso a su cuadro de origen antes de la media tarde, ya que los arreos de ovejas son monótonamente lentos y llevan mucho tiempo.No era cuestión que lo alcanzara a uno la noche con un arreo de ovejas en el medio del campo, porque incluso después de dejar la majada en su cuadro había que regresar a las casas y no pocas veces se llegaba ya con el sol escondido.[embed]https://7enpunto.com/plantitas-que-nos-curan-premian-proyecto-choelense-en-certamen-nacional/[/embed]

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