La historia del beltranense que dejó su huella en Las Grutas y una mágica casa de té con aroma galés

Las Grutas.- La historia nació cuando Alberto Hughes, nacido en Luis Beltrán, se enamoró en uno de sus viajes de Piedras Coloradas, a 5 kilómetros de Las Grutas. Fue amor a primera vista y fulgurante. Y cuando hoy los visitantes pasean por las hermosas playas se encuentra con una soberbia escultura hecha por varios artistas,  de chatarra y madera, para homenajearlo y siempre recordarlo."Es mi papá, el creador de todo. Hoy no lo tenemos físicamente con nosotros pero nos acompaña todo el tiempo", dijo Mailen, anfitriona de Kapenke Yaten, la casa de té y parador, según la época del año.Su cálido lugar de privilegiada vista al mar fue una de las visitas que realizó Enbhiga, el evento que propone la combinación de la gastronomía, lugares increíbles y productores. En esa sutil amalgama surgen siempre historias emotivas.Mailen parece estar atenta a todos los detalles mientras los invitados recorren el lugar."Mi familia desciende de galeses y siempre quisieron tener una casa de té en Piedras Coloradas. Eso sueño se concretó hace cinco años", describe y agrega que el emprendimiento es familiar, todos participan.

"Mi familia desciende de galeses y siempre quisieron tener una casa de té en Piedras Coloradas"

La magia del lugar está envuelta en la energía que se percibe. Mailen aprecia que los visitantes que pasan por el lugar destacan eso, "lo vemos mucho en el verano cuando llega la gente con stress y miran el mar, las ballenas, es hermoso. Te vas renovado".Kapenke Yaten tiene un té que los caracteriza con base en té rojo, chañar, miel -su padre tuvo colmenas- y eucalipto. Además de 14 variedades de tortas.La mañana fría y lluviosa del sábado ofrecieron un gran desayuno junto al chef invitado Facundo Gallardo Saavedra, que reside en El Bolsón, junto a la chef pastelera Milka Iglesias de Choele Choel y Sebastián González Tomas, productor de miel del Valle Medio.Todos trabajan en el emprendimiento familiar. Incluso Charis, su hija de 5 años que miró atenta como Milka elaboraba con distinguida precisión el chocolate en rama.