26/07/2020

Negro Muerto: Los recuerdos de Gilberto Galli sobre su infancia en la estancia

Negro Muerto: Los recuerdos de Gilberto Galli sobre su infancia en la estancia
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Las historias de la estancia Negro Muerto se levantaron de las memorias en estos últimos días. La nota publicada por este medio contribuyó a sacudir las emociones para que caigan relatos que se convierten en piezas de un cuadro cubierto de melancolía, misterio y belleza.Isabel Ibarrondo, vecina de la localidad, buscó a los propietarios de la estancia que administraba Ricardo Roda. Se encontró con uno de los niños que disfrutaba de las vacaciones en Negro Muerto, tanto en invierno como en el cálido verano. Por eso Gilberto Galli, hijo de Juan Carlos y Fernanda Brunelli, decidió abrir el baúl de postales de una vida increíble.Gilberto recordó con nostalgia sus estadas en el paradisíaco lugar del Valle Medio. Juan Colombo -era el apellido de su madre- Galli fue su bisabuelo, que llegó solo a los 13 años desde Italia porque en Argentina estaba su hermano mayor de 18 años. Don Juan comenzó a trabajar junto a su hermano vendiendo ropa en la década de 1870. El éxito del negocio permitió comprar campos, entre los que se encontró Negro Muerto. "Nuestra marca en los campos fue La Tijera en honor a las Tiendas Galli", contó.[caption id="attachment_118558" align="alignright" width="512"] De izq. a der., Juan Cristian, Fernando, Juan Carlos y Gilberto Galli[/caption]Negro Muerto tenía dos actividades principales. La chacra y la actividad ganadera. La chacra fue un negocio complicado para Juan C. Galli por los avatares de la economía y los precios del país. "Se hicieron cultivos como papa y tomate, se sembró alfalfa para darle de comer a los novillos y al final se plantaron álamos", contó Gilberto e intentó recordar el nombre del encargado de la chacra. "Creo que fue Sepúlveda y después Marcelo Schmidt".Gilberto recordó que le daba de comer a los novillos, "pero cuando los precios de la carne bajaron significativamente, se producía a pérdida. En otro momento, la cosecha de tomate, que fue óptima desde un punto de vista productivo y de calidad, chocó contra un precio desastroso. Me acuerdo que mi padre comentaba que se vendía a un centavo de dólar el kilo. En precios de hoy sería $ 0,70". Por eso, decidieron plantar álamos con un esfuerzo notable de la gente de la chacra.Sobre la actividad ganadera, Gilberto contó que fue más fácil. El campo contaba con la infraestructura adecuada y se trataba de un negocio que su padre conocía muy bien. La hacienda que se producía en Negro Muerto se vendía -en parte- en la zona y otra parte se trasladaba a Pellegrini donde se engordaba la hacienda y se vendía principalmente en el mercado de Liniers.Los trasladaban en jaulas y, recuerda, que muchas veces los camioneros no querían llegar hasta el campo. Y entonces quedaban arriba de la barda. En esos casos cargaban en el camión de la familia y, de culata, pasaban la hacienda de un camión a otro. Con dos viajes llenaban la jaula.En los años 70 cambiaron la raza de Shortorn (la hacienda colorada) a Hereford (hacienda Pampa). "El pampa era más manso y seguimos un poco las decisiones que tomaron los productores en general", señaló y agregó que, de todos modos, quedaron siempre animales "orejanos" colorados, principalmente en las islas que parecían toros de lidia, con los cuernos bien abiertos y filosos y livianos de ancas. Algunas veces, cuando se lograba encerrar esa hacienda arisca, les agarraba como "ataques de rabia, como un animal salvaje en cautiverio y en casos muy raros, hasta morían".El río estaba bajo y se podía entrar a una isla grande llamada la Isla Ibarra con el camión cruzando el brazo del río. Se improvisó un corral y un embarcadero. La idea, contó, fue encerrar la hacienda arisca y luego cargarla al camión y enviarla directo al frigorífico. Habían 150 animales en la isla y pudieron sacar varios. "Recuerdo que eran tan ariscos que uno, completamente rengo, saltó limpito el alambrado", contó y agregó que una vez realizados varios encierros, todo al galope en medio de las jarillas y piquillines, decidieron capar algunos toritos para evitar que se siguieran reproduciendo en la isla.Había que perseguir y enlazar al galope a los toritos que corrían para todos lados. Los jinetes de lazo eran Máximo Méndez, Cacho Davies, Rulo Davies, Gringo Davies, Omar Méndez. "Me puedo olvidar alguno", admitió. "Corrían a esos animales, revoleando el lazo, entre los arbustos, cuevas de peludos o vizcachas, en un terreno que parece parejo pero es de lo más desparejo y peligroso, es la mejor destreza a caballo que he visto", relató y apuntó que cuando el caballo va al galope tendido y se encuentra con un obstáculo, tiende a tomar su propia decisión. Pasar por la derecha, por la izquierda o saltar. Dijo que si uno va en ese momento revoleando el lazo y apuntando al vacuno, puede salir despedido o "eyectado" del caballo. En ese momento tiraban el lazo, difícilmente pifiaban.Antes que administraran el campo su padre y Roda, el abuelo Víctor Galli se ocupaba de la administración. El encargado en el campo era el Sr. Romero. Todas las anécdotas que puedo conocer de él, las conocí por el viejo Davies y Segundo Lincura. Hablaban de la época del "finado Romero". No conozco anécdotas de mayor interés, dijo convencido.Romero estuvo muy poco tiempo con el Sr. Catalá, “que era pariente nuestro”. Él tuvo un accidente muy feo en el campo y por eso no pudo seguir trabajando. Un domingo, enseñándole a manejar el tractor a su mujer, ella hizo una maniobra brusca, se metió en una acequia de la chacra y el marido cayó del tractor y quedó apretado debajo de la rueda. Hasta que la señora pidió ayuda y lo sacaron pasaron unas horas. Fueron a Choele y justo había un cirujano de paso que lo salvó, pero quedó mal. Ahí fue cuando se decidió que Roda, que trabajaba en el campo Pellegrini, fuera a la estancia Negro Muerto.Davies era argentino, hijo de los galeses que se instalaron en Chubut, "no sé cómo llegó a Negro Muerto". Davies recordaba siempre la gran inundación de 1944, antes del Chocón. La recordaba en comparación con la inundación de 1985. Davies comenzó a trabajar en Juan C. Galli e Hijos Ltda. S.A. a principios de los años 70. Máximo Méndez era el mejor defensor de Negro Muerto. Si él estaba, nadie lo pasaba, asegura Gilberto. Siempre con alpargatas negras y su ropa de trabajo, camisa y pantalón celeste.AnécdotasSobre los famosos campeonatos de fútbol, Gilberto tiene dos recuerdos muy nítidos. Uno de ellos fue un partido entre Negro Muerto y la Isaura de Choele Choel. Llegaron en colectivo, y luego, “gran asado, gran partido. Ganamos todos”.[caption id="attachment_118566" align="alignleft" width="429"] Fernanda Brunelli y Juan Carlos Galli (foto actual)[/caption]Luego se hizo un campeonato entre estancias. Fueron tres jornadas enteras donde hubo intercambio y la gente se conoció. Fue muy lindo. El ganador, Negro Muerto.El futbolista más ligero -contó- era Marcelo Schmidt, jugaba de 7. Para el campeonato tenía botines y un buen equipo de fútbol. “Cuando jugábamos a la tardecita después del trabajo, lo hacía con alpargatas azules con cordones, bombacha y gorra. Cuando corría, las bombachas le flameaban y hacían el ruidito y él se sacaba la gorra para que no se le cayera y la llevaba en la mano. Cuando terminaba la jugada se la ponía nuevamente”, describió con una sonrisa.También están las historias de cacería. Bilo sostiene que cazó el jabalí más grande del mundo en Negro Muerto. Según él, “exagerado como todo cazador, pesaba casi 300 kgs”. Lo cazó con los Lencina. Roda decía que el jabalí era grande, pero lo llevó a Choele arriba de un Citroën. Jamás pudo pesar casi 300 kgs. Historias de cazadores.Gilberto recuerda que Marcelo Schmidt salía a cazar casi todos los fines de semana. Era su pasión. Tenía un revolver 38 y una carabina 22. Tenía, además, 5 perros muy buenos. Uno se prendía siempre a las bolas del jabalí y daba vueltas cuando el jabalí intentaba agarrarlo. Y siempre salía ileso.Omar Méndez tenía una perra raza dogo, que se llamaba la Gorda. Una vez la abrieron de par en par. “Le hicimos un torniquete, pusimos el rebenque en la boca para que no mordiera y le hicimos 30 puntos con hilo de pesca. Igualito al tratamiento que le dan en el Pueblo hoy a las mascotas. La Gorda sobrevivió y era una gran perra de caza”.Cacho Bravo era el encargado de la carnicería, del almacén y peón de patio. Tenía una huerta envidiable, criaba las gallinas, mantenía todas las plantas y la parra. Lo seguían perros y gatos para todos lados. Su gran perro fiel era el Diablito, un perrito peludo y chiquito. Si él se iba un fin de semana al pueblo y lo dejaba, Diablito no comía hasta que él regresaba. Fue el último empleado que se fue de Negro Muerto.Las anécdotas de Segundo Lincura son infinitas. Es el hombre más forzudo que he conocido, apuntó Gilbert y recordó que una vez fue a buscar unos postes a la Marilu. Tenía que llevar 150 postes de alambrado. Los postes eran subidos por él y la colaboración de otras dos personas.  Mientras Segundo hablaba, se perdió en la cuenta. No sabía si había cargado 149 o 150. Es lo mismo, le dijeron. No, dijo Segundo. Don Roda dijo que tengo que llevar 150. Propuso bajarlos del camión y contarlos nuevamente. La propuesta fue, obviamente, rechazada por unanimidad.Una vez, mi padre -dice Gilberto- mandó a un agrimensor amigo a medir el campo. El equipo de trabajo era Rafael Rivarola (agrimensor), Gringo Davies y Segundo con el camión. Caminaron varios miles de metros midiendo. En un punto, no se veía el camión a simple vista, pero sí con el teodolito. El teodolito se ve invertido. Rivarola le preguntó a Segundo, ¿Quiere ver el camión? Sí, vamos a echarle una miradita, dijo. Acerco el ojo y sorprendido dijo: ¡Uh! Me han volcado el camión.Segundo, en una noche cerrada de invierno llegó al campo de Ibarrondo. "Un frío importante", los perros ladraban y en la casa se preguntaron quién era la persona que se acercaba. Segundo llevaba unos caballos y tenía que ir a Río Colorado. Se había perdido porque había arrancado por el campo adentro. Se acercó al patio palmeando y diciendo “Ave María”,  cuándo le respondieron desde adentro preguntó, ¿dónde está EL ruta 22?.Una vez Roda mandó a Segundo a buscar a su esposa “Galli” al pueblo.  De paso, le pidió algunas cosas. Pilas, cigarrillos. Segundo fue y a las 6 horas volvió con las cosas. ¿Y la Galli - así la llamaba Roda -?, preguntó; ¡Uh!, me la olvidé, reconoció abatido.Una vez tendría yo unos 6 o 7 años, comienza Gilberto. Salimos a caballo para trabajar en la hacienda y comenzó a nevar. Nunca tuve tanto frío en mi vida. Máximo Méndez me tuvo que acompañar a la casa. En ese momento no pude agradecérselo. No podía ni pensar del frío que tenía. Se me caían las lágrimas. “Gracias Máximo”.“Con el Maestro José y Omar salíamos a cazar copetonas de noche. Las iluminabas con la linterna y al estar encandiladas se podían agarrar. Parece fácil decirlo pero...”.Un verano Gilberto convenció a Cacho y a Águila a largarse a remo con la lancha desde Choele a Negro Muerto. Fuimos al Pueblo. Y Aguila en el mes de febrero estaba a pleno con el taller. Le dijeron, “vamos ¡Aguila!, la vida se vive una sola vez”. No puedo, no puedo, estoy acá a pleno con mi hermano, respondió. A los 30 segundos cambió de opinión. Dejó el motor abierto y el destornillador apoyado. “Para nosotros fueron cuatro días de navegación, pesca, baño en el río, asado en la noche. Hoy pienso, pobre el dueño del tractor abandonado en plena cosecha”, dijo Gilberto.Así recordó Gilberto parte de su historia de niño en esta estancia. Con muchas historias cargadas de nostalgia. También comentó que hoy el Negro Muerto cuenta con mucho potencial debido a sus tierras, que están con riego. Hoy el Negro Muerto tiene 22 dueños; fueron comprando hectáreas a medida que se fueron vendiendo. “Si fuera explotado como en aquel momento, la parte laboral del Valle Medio sería sumamente importante para la economía regional”, opinó.

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