23/02/2022

De la lucha al amor: Una historia de Cupido en el tatami

De la lucha al amor: Una historia de Cupido en el tatami
amparo
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Río Negro/Buenos Aires.- Él la tiene tomada de las muñecas, ella aprieta su torso entre los muslos, ambos jadean. De pronto, ella se impulsa con las piernas y pasa a estar encima, montada a ahorcajadas sobre el cuerpo de él. Podría tratarse de una escena romántica pero no lo es. Y a pesar de que media hora más tarde van a estar hablando de que anillos usaran en su boda, en este momento Pablo y Amparo están luchando.Se conocieron practicando jiujitsu, el arte marcial brasilero que ha recorrido el mundo probando su efectividad por sobre cualquier otro sistema de combate, hasta convertirse el deporte de mayor crecimiento del último siglo y, también, en un vehículo para armonizar almas y conectar personas.¿Y cómo pasaron de la lucha al amor? Les pregunto, y los dos se tientan, se miran y largan la carcajada; aunque él es profesor y ella alumna, en contagiosidad de la risa están parejos. Y en coraje también, porque si ya es bastante atrevido practicar una disciplina en donde se ponen en riesgo las articulaciones, los huesos y el cuello (en jiu-jitsu valen todas las llaves, palancas e incluso la estrangulación), más jugado aun es abandonar el país donde uno vive, estudia y trabaja para perseguir el sueño de vivir de la vocación. Y para coronar la saga de valentía, estos dos locos luchadores viajeros, van a hacen lo que ya casi nadie hace: se casan.Pablo Peirone tiene 38 años y practica jiu-jitsu desde el 2007. Su entrega fue creciendo desde practicarlo como hobbie, hasta dejar la facultad para entrenar todos los días. Trabajaba en marketing digital, y solía dividir su día entre el trabajo y la pasión: mitad oficina mitad tatami. Obviamente tenía sus detractores. “¿Cuándo te vas a dejar de hacer el ninja?” le reclamaban sus compañeros, cuando el reloj marcaba las 6 pm y el agarraba el kimono y desaparecía. Pero a medida que su jiu-jitsu mejoraba, sus habilidades laborales también. Es que las artes marciales dejan enseñanzas que se aplican a todo, y aprovechándolas, Pablo se mantenía un paso delante de los envidiosos.Él pone como ejemplo la primera vez que compitió en Brasil (país de origen del jiu-jitsu) y ganó, rompiendo el mito de que los brasileros son imbatibles. Cuenta que ese logro le abrió la cabeza, y desde ahí los desafíos cotidianos, como responder al CEO de la Compañía en la que trabajaba, le parecieron juegos de niños. “Esa confianza que me dio el jiu-jitsu me hacía sacarle ventaja a compañeros, que trabajaban más horas, pero a la hora de presentar un proyecto se amilanaban” explica “El verdadero empoderamiento es decir yo voy a poder.” Y es el que lo hizo, ganando torneos en todas las federaciones, mundiales, gira europea… “La leyenda era que no iba a llegar porque empecé grande”, cuenta “pero desde que gané en Brasil vi que lo que yo hago vale y seguí ganando en Holanda, Italia, Londres.…”.

"Me llamó la atención que era el único Maestro que no tenía novia en el tatami”, confiesa Amparo

Con todos estos logros, el bichito del jiu-jitsu picaba cada vez más fuerte, y en 2019 Pablo decidió renunciar a su trabajo para dedicarse full. Lo que no se esperaba era lo que nadie se vio venir: la pandemia. “La pase muy mal” cuenta, refiriéndose a esa época en la que el confinamiento obligatorio redujo al deporte a la clandestinidad o la desaparición. Pero esa adversidad también la capitalizó en una decisión: había que irse de la Argentina. En cuanto abrieron las fronteras sacó un pasaje a USA. Paró en Miami simplemente porque era la única ciudad que no exigía cuarentena. No sabía que allí lo esperaba su destino. Iba a dar un seminario para ganar unos pesos y se encontró un espacio donde necesitaban un profesor permanente. “El dueño de la Academia no podía hacerse cargo de las clases, tenía que irse de viaje y me dejo a mí de sustituto. Empecé a dar cinco clases por día, ganando en dólares y vi que podía vivir de esto.” La ciudad le encantaba, el clima también, su nuevo trabajo prometía futuro y rentabilidad. Solo le faltaba algo: Amparo.Hablemos de Amparo Altuna. La que juega de personaje secundario en esta historia podría tranquilamente ser la protagonista. Ella cuenta con una ventaja poco común: la juventud combinada con experiencia. Mientras todos los jiujiteros de la generación de Pablo cargan con el estigma de “haber empezado grandes”, Ampi practica artes marciales desde los seis años, y jiujitsu desde los catorce. Con veintiuno ya tiene cinturón violeta y se perfila como competidora y profesora internacional. Es callada, no busca llamar la atención, y cuando le preguntas que quiere hacer con su vida contesta “me gusta estar en el tatami”. Tan simple, tan sencillo, y tan todo lo que hace falta.Ampi es rionegrina, nació en Bariloche. Acepta que es una mujer con un carácter “complicado” y una madre que no creía en la psicopedagogía tradicional, encontró refugió en una academia de artes marciales. “Iba todos los días dos veces por día”, cuenta y “hacía pakua, boxeo, hasta que conocí jiu-jitsu y me enamoró”.Un día un compañero de Pablo fue a dar un seminario a Bariloche y Ampi se quedó fascinada con el estilo, y empezó a fantasear con ir a Buenos Aires a entrenar con ellos. En 2018, con el secundario terminado y el plan de estudiar gastronomía, se mudó a la capital. Ahí lo conoció a Pablo. “Me llamó la atención que era el único Maestro que no tenía novia en el tatami”, confiesa, y después de dos años de idas y venidas la relación se formalizó. Paralelamente, Ampi sentía que el jiu-jitsu le tiraba mucho más que la gastronomía, y le dedicaba casi todo el día, de lunes a sábado.Cuando Pablo se fue a USA, la primera reacción fue de tristeza, pero ambos coinciden en que la distancia afianzó el amor. Se extrañaban, se llamaban todas las noches, y cada vez estaba más claro que el proyecto era juntos. Empezaron a hablar de formalidades hasta que Pablo tiró “casémonos” y no hubo más dudas. De ahí al vestido blanco y los anillos de bodas todo corrió como el agua. “Cuando estás seguro de algo, lo querés compartir”, dice Ampi. Las familias de los dos completaron el circulo y en pocos días Pablo y Ampi darán el "Sí" junto a todos sus seres queridos con fiesta, ramo y vals.Los que creen que ya no existen historias de amor como las de antes, quizás no estén buscando en el lugar correcto. La primera cita no tiene por qué ser en un restaurante de lujo, o en un paseo por el jardín japonés. Ampi y Pablo se flecharon luchando y su proyecto trascendió fronteras. Bariloche, Buenos Aires, Miami. Kimono, garra y tatami. Cupido está en todas partes. (Por Paloma Fabrykant)

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